El artista plástico venezolano muestra sus "Proyecciones e introyecciones"
Según sus amigos más cercanos, Cristóbal Ochoa puede parecer a ratos
como un erizo de mar: es totalmente impenetrable. Y hasta es capaz de
sacar a relucir sus púas a manera de protección. Otras tantas, sin
embargo, puede mostrarse accesible y hasta amable. Cuestión de actitud,
dirá él. O mejor, de Proyecciones e introyecciones, como bautizó
la muestra que inauguró el jueves pasado en la galería El Gato del
sector El Batán en la ciudad de Bogotá, Colombia.
Fue gracias a la red social Facebook que el galerista colombiano Jaime "El Gato" Espinoza vio las obras de Cristóbal de Ochoa y, casi de inmediato, le propuso inaugurar una exposición individual en su país.
Una muestra con 13 esculturas -cinco de ellas gigantes- y 18 pinturas en acrílico realizadas en diversos tamaños, desde 40 centímetros hasta casi dos metros de altura.
Esculturas que, en vista de lo complejo que resultaba trasladarlas dentro de una maleta, se vio obligado a crear durante tres semanas en la casa de la ceramista colombiana Cecilia Ordoñez, quien no solo lo alojó en su casa sino que le prestó su taller y hasta compartió sus técnicas y secretos con él.
"Fue toda una experiencia", cuenta Ochoa, "porque en Colombia tuve que experimentar con otro tipo de arcilla y trabajar en un clima húmedo y frío, distinto al de Venezuela, lo que implica que el material responde de una manera distinta. Además de que ella me enseñó a trabajar en la delgadez y la interioridad de las piezas, que definitivamente le aportan una sonoridad especial a cada una de las piezas".
Obras que, explica él, están concentradas sobre todo en dos mecanismos de defensa sicológicos: las proyecciones y las introyecciones.
Las del primer grupo Ochoa las elabora con mondadientes (palillos) y pinchos de madera insertados en una matriz de cerámica pintada con spray que imposibilita la mirada hacia en interior de la pieza. Mientras que las bases de cerámica del segundo grupo las ha perforado con decenas de orificios y es posible husmear adentro.
Y si algunas de las obras del artista venezolano, de 25 años, semejan erizos y animales marinos -durante su infancia, Ochoa practicaba buceo a pulmón junto con su padre- que provocan rechazo en el público; otras tienen formas orgánicas -hay quien asegura ver en ellas miembros sexuales masculinos y femeninos- que invitan a tocarlas y...
"Yo siempre he buscado que la gente sienta rechazo, incluso asco, con mis obras. Pero también busco seducirlas, hipnotizarlas. Y sí, es verdad, en mi obra siempre ha estado presente el tema erótico", atrapa él.
"Si algo tiene el arte es que te invita a conocerte a ti mismo. Termina siendo eso: un estudio sobre uno mismo, sobre lo que hay en el interior, y eso muchas veces se proyecta en la obra. Por eso yo a veces me sorprendo y digo: '¿En qué estaba pensando en el momento en que creé esta obra?' ¿Qué había dentro de mí en ese momento que salió esta pieza?'", remata él. Lo que esté adentro, igual Ochoa se ha encargardo de introyectarlo... o quizás proyectarlo en su arte.
Fue gracias a la red social Facebook que el galerista colombiano Jaime "El Gato" Espinoza vio las obras de Cristóbal de Ochoa y, casi de inmediato, le propuso inaugurar una exposición individual en su país.
Una muestra con 13 esculturas -cinco de ellas gigantes- y 18 pinturas en acrílico realizadas en diversos tamaños, desde 40 centímetros hasta casi dos metros de altura.
Esculturas que, en vista de lo complejo que resultaba trasladarlas dentro de una maleta, se vio obligado a crear durante tres semanas en la casa de la ceramista colombiana Cecilia Ordoñez, quien no solo lo alojó en su casa sino que le prestó su taller y hasta compartió sus técnicas y secretos con él.
"Fue toda una experiencia", cuenta Ochoa, "porque en Colombia tuve que experimentar con otro tipo de arcilla y trabajar en un clima húmedo y frío, distinto al de Venezuela, lo que implica que el material responde de una manera distinta. Además de que ella me enseñó a trabajar en la delgadez y la interioridad de las piezas, que definitivamente le aportan una sonoridad especial a cada una de las piezas".
Obras que, explica él, están concentradas sobre todo en dos mecanismos de defensa sicológicos: las proyecciones y las introyecciones.
Las del primer grupo Ochoa las elabora con mondadientes (palillos) y pinchos de madera insertados en una matriz de cerámica pintada con spray que imposibilita la mirada hacia en interior de la pieza. Mientras que las bases de cerámica del segundo grupo las ha perforado con decenas de orificios y es posible husmear adentro.
Y si algunas de las obras del artista venezolano, de 25 años, semejan erizos y animales marinos -durante su infancia, Ochoa practicaba buceo a pulmón junto con su padre- que provocan rechazo en el público; otras tienen formas orgánicas -hay quien asegura ver en ellas miembros sexuales masculinos y femeninos- que invitan a tocarlas y...
"Yo siempre he buscado que la gente sienta rechazo, incluso asco, con mis obras. Pero también busco seducirlas, hipnotizarlas. Y sí, es verdad, en mi obra siempre ha estado presente el tema erótico", atrapa él.
"Si algo tiene el arte es que te invita a conocerte a ti mismo. Termina siendo eso: un estudio sobre uno mismo, sobre lo que hay en el interior, y eso muchas veces se proyecta en la obra. Por eso yo a veces me sorprendo y digo: '¿En qué estaba pensando en el momento en que creé esta obra?' ¿Qué había dentro de mí en ese momento que salió esta pieza?'", remata él. Lo que esté adentro, igual Ochoa se ha encargardo de introyectarlo... o quizás proyectarlo en su arte.
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