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miércoles, 27 de junio de 2012

Hugo Zapata trajo toneladas de roca


 "La piedra es el testimonio más antiguo que tenemos (...) La hemos utilizado como testigo"
Hugo Zapata (Quindío, Colombia 1945) trajo más de dos mil toneladas de piedra a la Feria Iberoamericana de Arte (FIA) de Caracas, que este año decidió rendirle homenaje en calidad de artista internacional invitado.

Dos mil toneladas que el arquitecto y artista plástico colombiano distribuyó en siete esculturas de piedra lutita negra, elaboradas en mediano y gran formato, que expone en la feria a partir de esta noche en el Hotel Tamanaco Intercontinental, ubicado en la urbanización Las Mercedes.

"Me siento orgullosito, creidito por la invitación que me han hecho", apunta Zapata, quien a decir verdad ya había expuesto en la FIA en los años 2002, 2003 y 2006. Pero es hoy que su nombre se suma a la lista de los 20 artistas que han sido invitados de manera especial a la feria de arte, y en la que están su compatriota Edgar Negret, el argentino Guillermo Kuitca; los españoles Manolo Valdés y Joan Fontcuberta; y los peruanos Fernando de Szyszlo y Cecilia Paredes, entre mucho más.

"Este homenaje es un reconocimiento a mi trabajo. Siento alegría de que me hayan escogido entre tantos artistas buenos que hay...", agrega Zapata, que llegó a la escultura de forma espontánea.

Estaba haciendo una serigrafía y, sin querer, la rompió en pedazos. Fue entonces que experimentó un gran hallazgo: pudo palpar la tridimensionalidad. "La sentí", dice él, que a partir de entonces comenzó a trabajar la piedra.

-Las amigas de su madre se lamentaron porque usted decidió ser artista...

-Sí (risas). Le dijeron: 'Pobrecita, el mayorcito te salió artista'. Eso me lo dijo mi madre cuando le entregué el título de arquitectura.

-¿Por qué arquitectura?

-Escogí esa profesión porque era la que más se parecía al arte. ¡Fue la bendición del cielo! Con la arquitectura aprendí todo acerca del paisaje. Aprendí cantidades de cosas que hoy me sirven para la expresión del arte. Estudié arquitectura, pero nunca la ejercí: me sirvió para hacer arte.

-El artista plástico venezolano Vicente Antonorsi confesaba días atrás que no sabía con exactitud si era un arquitecto que hacía escultura o un escultor que hacía arquitectura. ¿Qué es usted?

-Soy un escultor que estudió arquitectura (risas). Eso me sirvió para aprender el alfabeto y el lenguaje plástico. Cuando estábamos en la universidad hacíamos bodegones con carboncillo todo el tiempo. Es con las bienales que se hacían en Medellín que vimos el alcance que tenía el arte contemporáneo, y ahí nos cambio la mirada del mundo.

-¿Y así llegó a la piedra?

-Yo coleccionaba piedras desde niño. Cuando estudié arquitectura me hice amigo de varios geólogos y podía ir a sus laboratorios. Así que estudié mucho la piedra antes de convertirla en escultura. Estudiaba su viveza, su brillo, y los tipos que hay. Hasta que me fui casando con unas que me dejan expresar más, como las lutitas negras. Son piedras de la cordillera oriental de Colombia, que tiene mucho hierro. También utilizo basalto y mármol (...) La piedra es el testimonio más antiguo que tenemos los hombres. Nosotros la hemos utilizado como testigos.

-Usted se ha destacado por ser un artista que se alimenta constantemente de la observación y las sensaciones del hombre. ¿Cómo crea esas lecturas a través de una roca de 600 kilos?

-Sí, a mí me toca mucho la cultura del hombre, su expresión antigua y contemporánea. Me interesa mucho la forma como habla el hombre, como escribe, piensa y estudia. De ahí salen muchas cosas. Yo escojo las piedras en los ríos colombianos. Las dejo en un sembradío de rocas gigante que tengo. Les doy vueltecitas a mis piedras. Por ejemplo, había una que llevaba dos años conmigo. Estaba enamorada de ella, pero no sabía qué hacer con ella. La miraba y la miraba. Hasta que un día llegué y le dije: 'Hoy te toco, querida'. Me nutro de los sueños y de los recuerdos.

-El poeta colombiano William Ospina lo ha definido a usted como "un acariciador de la piedra, un enamorado de su maciza realidad"...

-¡Eso es verdad! A muchas de las piedras las palpo con agua o papel de agua. Las trabajo con las manos. Son suavecitas. Te va a provocar abrazar las piedras de la exposición. Son para acariciarlas. Mientras hablo con usted estoy pensando en unas piezas que tengo en mi casa. ¡Las tengo a toda hora en la cabeza! Es una labor constante.

-¿Usted celebra la piedra más allá de tallarla?

-El oficio en sí no es lo que más me importa. Me importa el resultado, lo que va pasando. El oficio es muy fácil de adquirir. Se trata de dominar la técnica... eso es fácil. Con una herramienta adecuada solo necesitas manejarla bien y listo. Yo no celebro tanto mi oficio. Aunque me gusta, no lo hago. Más bien celebro es el resultado de la roca. 

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